martes, 31 de diciembre de 2013

MINDFULNESS PARA VIVIR EL PRESENTE


"No es posible enfrentarse a la consciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que sea, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina imaginando figuras de luz sino haciendo consciente la oscuridad."

Carl Gustav Jung


Si bien al hablar de psicología clínica es realmente difícil señalar una corriente terapéutica como la más eficaz o la mejor alternativa para tratar los diversos problemas relacionados con la salud mental, y esta sería una buena razón para desatar acalorados e intensos debates, no podemos afirmar que la psicoterapia se mantenga aislada, al igual que cualquier cosa, del paso del tiempo.

La evolución también está presente en la psicoterapia, actualmente vivimos la tercer generación de las terapias conductuales (Isabel Caro habla de una cuarta fase en las terapias cognitivas, pero eso es otro tema el cual trataré en otro momento). La primera generación se centraba en estímulos y respuestas en condicionamiento clásico y operante. La segunda era la terapia cognitivo conductual, que trabaja para modificar el contenido de nuestros pensamientos y cambiar así cómo nos sentimos. La tercera es la terapia basada en mindfulness y aceptación. Investigadores como Steven Hayes, fundador de la terapia de aceptación y compromiso, descubrieron las estrategias de tratamiento en mindfulness y aceptación cuando buscaban nuevas soluciones para dilemas clínicos intratables.

Podemos encontrar los antecedentes de la intervención en mindfulness miles de años atrás, en la meditación, que forma parte de la tradición budista, el término “mindfulness” es la traducción al inglés de la palabra sati que en la lengua pali (idioma en el que se registraron originalmente las enseñanzas de Buda) significa conciencia, atención y recuerdo. Actualmente, además de las cualidades mentales de conciencia, atención y recordar, se han agregado las cualidades de no juzgar, la aceptación y la compasión al concepto y a la práctica del mindfulness.

Jon Kabat-Zinn, uno de los exponentes más importantes de esta intervención, define a la terapia en mindfulness como “la conciencia que surge de prestar atención intencionalmente en el  momento presente y sin juzgar; a las experiencias que se despliegan en cada momento”. Otros la consideran como “una autorregulación de la atención, mantenida en la experiencia inmediata, que permite así un mayor reconocimiento de los acontecimientos mentales en el momento presente” y “adopta una orientación particular hacia la propia experiencia, caracterizada por la curiosidad, la apertura y la aceptación”.

Aunque parezca sencillo entender el concepto de mindfulness, junto con sus elementos vivir el presente, la conciencia, la atención, el no juzgar, la aceptación y la compasión, llevar esto a la práctica no es tan fácil como podrían imaginarlo, para ello se sugiere considerar antes la idea opuesta. El mindlessness o ausencia de consciencia, pasamos la mayor parte del tiempo actuando en “piloto automático”, vivimos entre recuerdos del pasado y fantasías del futuro, con nuestro cuerpo y nuestra mente en diferentes lugares. ¿Cuántas veces nos hemos sentido así?, ¿Cuántas veces hemos cometido un error o hemos olvidado algo por desviar nuestra atención de nuestras actividades y comenzamos  a divagar?, ¿Cuántas veces hemos revivido los afectos negativos de un suceso que en su tiempo nos provocó sufrimiento?, ¿Cuántas veces hemos explotado con o sin razón aparente porque somos incapaces de gestionar de la mejor forma posible nuestras emociones?, ¿Cuántas veces hemos sido conscientes y vivido plenamente el presente? En esto último consiste el mindfulness.

A partir de técnicas de exploración corporal, de meditación, ejercicios en donde se pretende mantener la atención y la consciencia en el momento presente, e inclusive del yoga, junto con los otros elementos propios de la corriente que adopte la intervención en consciencia plena o mindfulness se han obtenido buenos resultados al tratar diversas problemáticas como la depresión, el trastorno límite de la personalidad, trastornos de ansiedad, adicciones, trastornos alimentarios, estrés, dolor crónico; además de otros grandes beneficios que se verán reflejados en la calidad del sueño, las relaciones interpersonales, la salud cerebral y la forma en la que disfrutamos de nuestra vida al centrarnos únicamente en el momento presente y aceptar cada aspecto de nuestras vidas, ya sea que nos causen sufrimiento o felicidad.

Si gustan entrarle al mindfulness pueden hacerlo a partir de este par de modalidades para la práctica (cortesía de Siegel y colaboradores):

-       Mindfulness diario: implica recordarnos durante el día que debemos prestar atención a lo que ocurre en cada momento sin alterar de manera radical nuestras rutinas. Significa sentir las sensaciones de caminar cuando caminamos, el sabor de la comida cuando comemos, y el aspecto de nuestro entorno cuando nos desplazamos.

-       Práctica de meditación formal: dedicar un tiempo para sentarse tranquilamente a meditar. Hay varios tipos de meditación que pueden cultivar el mindfulness; la mayoría implica elegir al principio un objeto de atención, como la respiración y centrarla en ese objetivo cada vez que la mente vaga. Esto desarrolla un grado de calma que a su vez, nos permite centrar mejor la mente en el objeto elegido. Una vez establecido cierto grado de concentración, la meditación mindfulnness conlleva dirigir la mente a lo que aparezca predominantemente en ella, ya sean experiencias físicas como una picazón, un dolor o un sonido, o experiencias emocionales que se manifiesten en el cuerpo, como la opresión en el pecho que se asocia con el enfado o el nudo en la garganta que aparece con la tristeza.

 De la misma forma, Siegel nos expone algunas ideas erróneas bastante comunes en occidente sobre meditación.

-       No es tener la mente en blanco: aunque algunas prácticas de concentración estén hechas para vaciar la mente ese no es el objetivo del mindfulness, su objetivo implica entrenar la mente para que sea consciente de lo que está haciendo en todo momento, incluso ser consciente de que estamos pensando cuando pensamos.

-       No es convertirse en seres sin emociones: las personas esperan que la práctica de mindfulness los libere de la carga de las emociones, especialmente de las que les causan sufrimiento, sin embargo, esta a menudo tiene el efecto contrario. Al practicar para sentir el contenido de la mente, llegamos a sentir nuestras emociones de manera más completa e intensa. Nuestra capacidad para reconocer cómo nos sentimos aumenta al renunciar a las defensas normales, como distraernos con entretenimiento y comida.

-       No es apartarse de la vida: aunque la mayoría de las prácticas de meditación fueron perfeccionadas por monjes y monjas que se volvieron ermitaños al alejarse de las relaciones interpersonales y la civilización esto no es del todo necesario. En cambio, las vicisitudes de la vida se experimentan de manera más vívida porque dedicamos el tiempo necesario a prestar atención en nuestra experiencia en cada momento.

-       No es buscar la dicha: aunque se producen estados de ánimo excepcionalmente agradables, en la meditación mindfulness, les permitimos surgir y desaparecer, no nos apegamos a los estados de felicidad ni tampoco rechazamos los desagradables.

-       No es escapar del dolor: cuando analizamos y aceptamos las experiencias desagradables, nuestra capacidad de soportarlas aumenta. También descubrimos que las sensaciones dolorosas son diferentes del sufrimiento que las acompaña. Somos conscientes de que el sufrimiento surge cuando reaccionamos con resistencia ante el dolor, cuando protestamos o lo evitamos, en lugar de aceptarlo momento a momento.

El tema del mindfulness es sumamente interesante, y es una intervención que está siendo adoptada rápidamente por una buena cantidad de terapeutas; esta es sólo una breve presentación que trato de exponer de la forma más básica posible, si les interesa conocer más acerca de esto les sugiero leer el Manual clínico de Mindfulness de Fabrizio Didonna.

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